El entorno rural se ha convertido en un escenario laboral demandado tras el confinamiento.
La tranquilidad y los espacios abiertos se han convertido en alicientes muy demandados por la ciudadanía después de que el confinamiento pusiera en evidencia lo difícil que es vivir encerrado en casa durante meses. Con ello, la opción de dejar la ciudad y volver al pueblo está empezando a resultar más atractiva que nunca para muchos. Y lo es, según los participantes de la mesa redonda Emprendimiento social en el mundo rural, celebrada este lunes durante el I Congreso de Marcas Responsables.
Es el caso de Juanjo Manzano, cofundador de Almanatura, una empresa que se dedica a implementar proyectos de impacto social en el medio rural. Opera desde Arroyomolinos de León, un pueblo de la serranía de Huelva con menos de 1.000 habitantes. Para él, lo fundamental antes de apostar por iniciar un negocio en el entorno rural es hacer una buena lectura del territorio para ver qué demandas existen y alinearlas con el modelo de trabajo. “Muchas veces nos ponemos a montar negocios en base a la oportunidad de mercado y eso está fantástico, pero la fluctuación es muy compleja y a veces no funciona. Mejor vamos a pensar en esa necesidad que tiene nuestro entorno y vamos a dar una respuesta”, argumentó durante el evento.
La necesidad de una buena base es también un factor determinante, según expuso Susana Pachecho, representante en Cantabria de la Asociación Española Contra la Despoblación. Precisamente, con el objetivo de ofrecer los conocimientos necesarios para dar el salto, Pacheco ha creado la Escuela de Pastoras, un proyecto de formación online y presencial de nueve meses para mujeres que quieran convertirse en empresarias en el medio rural, contribuyendo así a fijar población, a favorecer el relevo generacional y a frenar la despoblación. “Es para mujeres que están en el medio rural, pero también para las que quieren irse a este entorno”, explicó.
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