“¡Madre mía! Rosa Cunqueira es una mujer rural de la tierra cunqueira con inquietudes por los oficios tradicionales, la cultura y la lengua cunqueira. Soy una cunqueira, sin más”.
Nacida en Astierna/Sistierna (Degaña) en 1971, uno de los cuatro pueblos cunqueiros o tixileiros de este concejo suroccidental, Rosa Rodríguez Menéndez vivió y estudió fuera por razones laborales de su padre y por su propia formación. Lugares como Zarréu/Cerredo, Valencia u Oviedo, donde estudió FP en el Orfanato Minero. Regresó a la tierra cunqueira por empeño de su madre, Lucita Menéndez, del cuarto pueblo cunqueiro de El Corralín, habitado hasta 1970, “siempre luchando por volver”. Una tierra que ya fue explotación aurífera en época de los romanos.
La defensa y el trabajo diario por mantener y dar a conocer la cultura cunqueira le ha hecho merecedora del galardón Mujer Rural de Asturias 2022 que concede la Red Asturiana de Desarrollo Rural (READER). Con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales, el próximo 15 de octubre será entregado en el marco de una jornada en el Centro Cultural Vicente Álvarez de Rioseco (Sobrescobio).
Tras su paso por Oviedo, regresó con 18 años y montó una peluquería en Cerredo. Sabe desde joven lo que es emprender. Luego se casó en Trabáu/Tablado, tuvo dos hijos, Víctor (de 30 años) y Jesús (de 25), y dejó de trabajar. Algo bastante normal en la vida personal y laboral de muchas mujeres cuando maternan o se casan. Pero descubrió que “no me gustaba estar en casa, yo quería vida social y trabajar”, así que comenzó un nuevo periodo de formación y reciclaje, aprovechando los diferentes cursos que se ofrecían en la comarca a través de los fondos Miner. Así trabajó como guía en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias o en turismo rural en Cangas del Narcea hasta su incorporación en El Rincón del Cunqueiro, con Vitorino García. “Con él mi hijo Víctor empezó a tornear y ahora es el último cunqueiro”, recuerda.
Mantener un legado
Es con él con quien Rosa lleva La Guarida del Cunqueiru, su actual proyecto de emprendimiento en el que se dan a conocer experiencias reales en torno a este oficio tradicional, la cultura, la lengua tixileira y el entorno en la naturaleza. Aquí se puede adquirir la tixela (vajilla) fabricada con el torno de pedal, aún en funcionamiento, instrumentos de música tradicionales, como panderetas, pandeiros y castañuelas, así como otros productos de artesanía y agroalimentación o disfrutar de salidas interpretadas a la naturaleza con Trabáu Ecoturismo.
En la Guarida se organizan encuentros de música tradicional, de oficios tradicionales y siguen trabajando por ofrecer un abanico más amplio de eventos culturales, como la propia Rosa relata.
Afirma, de hecho asevera, que trabajan desde el rural por el rural y con el rural. Les duele ver que los pueblos se vacían y por eso han creado el proyecto #salvaelmundorural. “Nos dimos cuenta de que nosotros mismos estamos en peligro de extinción. Aquí no tenemos una arquitectura fuerte porque históricamente era una zona pobre, pero hay otras construcciones tradicionales como cortinos (construcciones de piedra seca que guardan en su interior colmenares para protegerlos del oso), que ya recuperamos uno, y ahora estamos con el mulín de Rusil, en Villardecendias (Ibias). Para ello destinamos un 10% de los beneficios de las ventas de artesanía para comprar materiales para recuperarlos y que sea un legado que la gente pueda disfrutar”, cuenta.
También destaca que La Guarida del Cunqueiru es un proyecto autogestionado y autofinanciado. “Después de dos años de pandemia y el fallecimiento de Vitorino, Víctor y yo decidimos reinventarnos. Aunque pedimos ayuda, no llegamos nunca a la puntuación, no sabemos por qué después de todos los años de experiencia y trabajo. Nos creamos de la nada”. Aunque el conocimiento y la experiencia ya están asentados. Consecuentes como son crearon unas instalaciones en ecológico y adaptadas a todos los públicos porque “creemos importante que todo el mundo pueda disfrutar de todo”.
Este pasado mes de junio inauguraron la pandereta más grande del mundo y contaron para ello con la colaboración de Rodrigo Cuevas, galardonado con la Ruxideira d’Ouru, en un evento que reunió a más de 400 personas.
“La intención de la Guarida es la conservación de todo, no sólo de los oficios tradicionales, también la lengua tixileira, las tradiciones de las gentes que habitaron y habitan estas tierras. Aquí llevamos a cabo una lucha diaria por lo rural, desde lo rural y para lo rural”, reivindica.
Hablamos de los cunqueiros o tixileiros. Cunqueiros porque hacían cuencos, tixileiros porque hacían tixelas, vajillas. “La economía era mala y se iban hasta Sevilla a vender lo que fabricaban. Ya creaban microempresas hace 200 años con gente que no sabía ni leer ni escribir”. De esos viajes, que podían suponer nueve meses del año fuera de casa, traían productos no perecederos que aquí, y sobre todo en la comarca, no se encontraban. Rosa nos cuenta que este oficio y este modo de vida pudo iniciarse ya en época romana, cuando se introdujo el torno de pedal y que aquí se quedó, en parte por las malas comunicaciones. “Dicen que somos gente poco abierta para enseñar lo nuestro y que por eso la transmisión se da dentro de la propia familia”, añade.
“El último paisano que trabajaba como cunqueiro falleció en los años 80, Valdovinos de El Bao, que se tenga constancia. Vitorino fue un autodidacta, empezó a tornear por su cuenta. Y mi suegro trabajaba la madera”, así es, en cierta manera, como comienza esta aventura que primero fue rincón y ahora guarida. Y esa transmisión llegó a Víctor García, el hijo de Rosa, que aprendió el oficio de su padrino. El último de los últimos, al menos por ahora, que comenzó a tornear a los 11 años y cuenta ya 30 primaveras con un proyecto vital y profesional basado en el ecoturismo. “Es el pilar principal del proyecto porque sin torneiro no hay guarida del cunqueiro”, afirma Rosa.
La madera se complementa con el trabajo como guía de la naturaleza desde una perspectiva del ecoturismo, de hecho pertenecen al Club de Ecoturismo de España, que renuevan todos los años en un ejercicio de conciencia. “Aquí reciclamos todo, hasta con la viruta de la madera hacemos compost que luego utilizamos para abonar plantaciones. Gracias a nosotros y a que Víctor donó parte de un dinero de una charla en Somiedo participamos en un proyecto en el Alto del Capillo, al que también llevamos a los nenos de los colegios de la zona. Participamos con la Fundación Oso Pardo en los programas de basuraleza… La verdad es que hacemos muchas cosas aunque no sean remuneradas pero que sean buenas para la comarca, además de llevar a cabo salidas de interpretación en la naturaleza, observación de la fauna…”, explica.
La mujer cunqueira
Rosa Rodríguez fala rápido al otro lado del teléfono. Afirma que recibir un premio “siempre es un orgullo”. Es un orgullo “que se reconozca el trabajo, el esfuerzo, porque detrás hay muchas risas, pero también muchas lágrimas. Pero un premio no es de una persona sola, sino de un conjunto, del de todas las personas que apoyan y compran en este proyecto”, y reivindica “sí, soy mujer rural, siempre lo voy a ser, no solo este 2022. Este reconocimiento lo es para todas las mujeres, todas las mujeres rurales del suroccidente, todas las mujeres cunqueiras. Porque todas aquellas mujeres de antes que lucharon tanto son las que hacen posible que hoy en día seamos más libres para decidir lo que hacer y lo que no”.
Rosa nos habla de un oficio de hombres, de largas ausencias donde ellas quedaban solas al cargo de la casa, de la familia, por largas temporadas. ¿Qué papel desempeñaban las mujeres cunqueiras? “La mujer no tenía ningún papel ahí. No sabían ni lo que hacía el hombre en estos nueve meses fuera. Eran unas luchadoras que sobrevivían sin economía ninguna, que parían hasta 10 y 12 veces, que tenían que dar de comer a los nenos, que atendían a los mayores y que a veces no tenían ni para comer ellas. Todos los trabajos duros, que en otros lugares los desempeñaban los hombres, aquí los hacían ellas. Y ten en cuenta que éste es un terreno duro, con mucha piedra…”.
“También cuentan que las mujeres no querían vivir aquí. Que no hay nada más terrible que ver morir a los fíos. El índice de mortalidad era casi igual que el de natalidad, sin buena alimentación, el médico más cercano estaba en Cangas y no había carreteras. Tenían que ir hasta allí con el enfermo, que podía morir por el camino, y ellas también. Y esto no pasaba hace 200 años, no. Hasta los años 70 pasaba esto. Mi güela en El Corralín vivía como hace 200 años, con el fuego baxo, sin agua ni luz”.
Un cambio socioeconómico
Recuerda que de nena se podían tardar seis horas en llegar a Oviedo. Hoy la distancia se cubre en apenas dos horas y a Gijón en más de dos. Con las carreteras marcharon muchos. Otros no. “Ahora tienes un coche y te mueves. Las mujeres de antes no se movían, las de ahora ya podemos”. Cuenta que la economía y la situación de la zona mejoró a partir de los años 70, con la construcción de la carretera y la llegada de las minas de carbón, que incrementó la renta per cápita. Tanto que un ayudante minero podía ganar 300.000 pesetas de aquella, un picador andaba por las 600.000 (unos 3.600 euros de hoy en día). Esto supuso pasar de una pobreza histórica a un riqueza que marcó un cambio socioeconómico importante en poco tiempo, con una mayor presencia de los hombres en casa y que compraban pisos en Oviedo y Gijón, destinos para la prejubilación. Y entonces se dio esa nueva trashumancia, donde se levantaban las casas y se llevaban los nenos, y se morían los pueblos.
En esta tierra tixileira apenas quedan 30 personas viviendo. Esto conlleva que el banco abra unos días a la semana, que la escuela vea su alumnado peligrosamente reducido, con la amenaza del cierre pendiente sobre sus vidas, o que cada vez haya menos servicios, como los sanitarios. “Cada vez somos menos con menos servicios. Las administraciones no hacen una gestión real para que los jóvenes vengan y los pueblos se mantengan. Hay servicios si hay gente. Si hay nenos no se cierra el cole. Cómo le vas a decir a alguien que venga a vivir si no hay servicios. Nadie se va a mudar a un sitio sin economía que le permita comer todos los días”.
Y critica que se den subvenciones sin ningún sentido real. “Sí, España está vaciada, pero desde un sillón no se sabe lo que sufrimos en estas zonas rurales”.
Y en este marco cada vez hay menos mujeres rurales. Observa que permanecen los hombres solos, que resisten en esa soledad, pero que la mujer sola se va a vivir con los hijos y se cierra la casa. “Una mujer como yo tiene más independencia, pero a una de 73 años, como mi madre, sin carnet de conducir, siempre dependiente de un hombre, se les complica la subsistencia”, analiza con claridad.
¿La oportunidad de conciliar?
Y en todos esos años que Rosa anduvo por fuera siempre tuvo como objetivo el volver y quedar. “Tuve oportunidad de marchar, pero decidí criar aquí, emprender aquí. Tenía muy claro que mi vida empezaba y acababa aquí”.
Un debate que suele salir al hablar con mujeres que emprenden en el medio rural es la conciliación, si permite más, si eso no es conciliar… “Son opiniones muy personales. Cada mujer tiene su realidad y su opinión y eso es la libertad de elegir y escoger nuestra vida. En mi caso, trabajaba mientras mis hijos iban a la escuela de Zarréu/Cerredo, aunque cuando se hicieron mayores y empezaron con las extraescolares, hacía falta una persona que estuviera disponible para llevarles y traerles”.
Pero hay algo que sí tiene claro, “si tienes una idea en la cabeza, una intención de emprender, hazlo cuanto antes porque lleva mucho. Yo fui madre muy joven y ésta es mi realidad. Tengo amigas que lo fueron más tarde y viven otra”. Y aclara “apuesto porque, ya seas hombre o mujer, si quieres emprender lo hagas y lo hagas en las zonas rurales, y nosotros estamos aquí para apoyar. Lo que pediría es que no hubiera tantas trabas administrativas”.
Escritora en a sua fala
Rosa recibe el reconocimiento como Mujer Rural de Asturias 2022 por mantener un legado que también engloba la divulgación de la fala de la zona. De hecho es la única escritora en cunqueiro y ha publicado el poemario ‘Suenos’ hace 12 años con el apoyo de Roberto González-Quevedo, de la que sacará una segunda edición con la intención de que sea antes de que finalice el año, “es un proyecto muy chulo”. Señala que está todo el día con entrevistas por su manera de falar, aún viva en un territorio ya con pocos falantes. Recuerda de nena cuando les señalaban por “falar mal, por ser pueblerinos. Pero para mí es cultura. Los mios nenos lo falan, otra cosa es que quieran falarlo o no. Yo apoyo la oficialidá, pero las administraciones deberían respetar la fonética de todas las zonas”.
Y cierra la entrevista afirmando que es persona “más de hechos que de palabras”.
Entrevista realizada por la Red Asturiana de Desarrollo Rural