La España rural se está quedando poco a poco sin sucursales bancarias, tras el proceso de ajuste continuado llevado a cabo por el sector desde el inicio de la pasada crisis financiera. Además, los recortes no han finalizado y se espera otro tijeretazo relevante en los próximos años por la necesidad de aumentar los ahorros operativos y por el auge de la digitalización tras la pandemia. Ya cuatro provincias, además de las ciudades autónomas de Ceuta y Mellilla, cuentan con solo un centenar de oficinas.
Soria y Palencia ni siquiera alcanzan este umbral después de que en doce años, la red física de las entidades se haya reducido en un 40 y un 56% y una parte de sus pueblos hayan visto desaparecer de sus calles las oficinas o la oficina con la que contaban. Segovia y Ávila, aún, tienen más de 100, pero están a punto de bajar de este umbral próximamente, al disponer en todo su territorio, 115 y 112 sucursales.
Pero, esta problemática no ha sido homogénea en toda la España vaciada. Cuenca y Teruel existen para la banca, de momento. Aunque estas dos provincias junto a Soria, lideran el movimiento contra la despoblación rural y la falta de servicios, para las entidades financieras son hasta la fecha una pieza fundamental para operar de manera física. En concreto, Cuenca y Teruel son los territorios donde se ha producido un menor cierre de sucursales desde entonces. Y con gran diferencia. Mientras en el conjunto del territorio han desaparecido de media un 51% de las agencias bancarias, en dichas provincias las clausuras han sido del 25 y 26%, respectivamente, es decir un porcentaje que es la mitad.
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