Hoy, Día Internacional de la Mujer, la Red Asturiana de Desarrollo Rural (READER) conversa con dos mujeres que viven y trabajan en el medio rural. Ambas nos cuentan su experiencia personal y profesional en la comarca del suroccidente asturiano, uno de los territorios asturianos más castigados por la despoblación y el enjevecimiento. A través de los testimonios de María José Fernández García y Carmen Morán descubrimos cómo ha ido cambiando el papel de la mujer rural hasta convertirse en las manos que sostienen el campo asturiano.
Entrevista con María José Fernández García, abogada del Centro Asesor de la Mujer de Cangas del Narcea, Ibias, Degaña, Tineo y Allande.
Desde un centro asesor de la Mujer como el que usted dirige hace dos décadas en una zona eminentemente rural, ¿cómo se percibe a la mujer?
La mujer en nuestra zona, la suroccidental, ha experimentado una gran transformación en estos últimos veinte años. En el 2000, fecha en la que comencé a trabajar en el Centro Asesor de la Mujer, las estructuras familiares giraban en general en torno a la ganadería y la minería. La mayoría de los hogares se sustentaban sobre ambos sectores, siendo ellas (las mujeres) las titulares de las explotaciones y ellos (los hombres) los trabajadores en la mina con elevados sueldos o retiros por prejubilación.
En algunas de las casas rurales la titularidad y toma de decisiones recaía sobre la mujer (matriacardo); pero en otras su papel únicamente se ceñía a dar continuidad a esa explotación ganadera en la que ellas trabajaban “de sol a sol” pero sobre la que no ejercían ningún poder de decisión o de autoridad pues la propiedad de la tierra pertenecía íntegramente al marido y a la familia de éste. Por ello su papel no sólo era invisible sino que además estaban integradas en un medio masculinizado, envejecido y anquilosado en parámetros patriacarles.
Afortunadamente las mujeres de mediana edad han avanzado y poco a poco se están consolidando como el pilar básico que garantiza la supervivencia del medio rural. Ha sido muy importante su acceso a la formación para lograr un mayor empoderamiento y un mejor acceso a nuevas oportunidades laborales. Empleos antes residuales y sin ninguna retribución económica, como la ayuda a domicilio, el trabajo doméstico, el cuidado de mayores o los servicios de limpieza son ocupados por mujeres que ahora sí disponen de formación para asumir estas tareas de manera profesional. No obstante, no habría que olvidar que la mujer rural siempre, además del trabajo de la explotación ganadera, siempre ha cargado con la crianza de los hijos, el cuidado de los mayores, las tareas domésticas, y lo ha hecho sin el reconocimiento de ningún derecho a nivel económico y social.
En la comarca Alto Narcea Muniellos, una de las áreas rurales más despobladas de Asturias, ¿la masculinización, el envejecimiento y el declive rural guardan relación con el éxodo de las mujeres?
Sin ninguna duda. Esta es una comarca con una población muy longeva con muchas personas mayores de 80 años y con un alto riesgo de desierto demográfico.
El éxodo de las mujeres es una realidad. Se trata de una “sangría” que se ha ido produciendo de forma lenta pero sin freno. A pesar de que ahora es palpable y evidente, tampoco se supo ver a tiempo. Este territorio ha perdido a muchas mujeres de gran valía personal y profesional; y a las que en cambio nunca se les reconoció como las manos que sostenían nuestro medio rural.
No fue el caso de todas porque a algunas sí se les ha reconocido su trabajo y esfuerzo; pero otras no tuvieron más opción que abandonar su casa en busca de mejores oportunidades. Esta situación nos ha llevado a una grave despoblación y un envejecimiento del que, deberíamos reflexionar de forma seria toda la sociedad para tomar conciencia del grave error que se ha cometido con la mujer rural.
En el siglo XXI, ¿todavía hay alguien que cree que es posible un mundo rural sin mujeres?
Desde luego quienes vivimos en un medio rural y lo conocemos sabemos que la conservación de estos territorios no es posible sin las mujeres. Ellas son las que fijan población, tienen hijos, forman familias y culturalmente somos quienes hemos heredado mayor riqueza en cuanto al valor del cuidado de los demás y la gestión de los recursos naturales y domésticos.
En mi opinión y desde mi larga experiencia al frente del Centro Asesor de la Mujer de la comarca Alto Narcea Muniellos, Tineo y Allande, se necesita “actualizar” la óptica con la que se percibe a las mujeres rurales, aprender de ellas y con ellas para regenerar la vida en los pueblos.
Tan importante como ese cambio de mentalidad también debe ser que las mujeres dispongan de su espacio propio e independiente a través del autoempleo o bien el trabajo por cuenta ajena.
De la violencia machista tampoco escapan las mujeres rurales y además en la mayoría de los casos se sufre en silencio por el miedo al “qué dirán”. ¿Se sigue considerando un asunto exclusivamente privado y familiar?
Por desgracia la violencia machista es un problema de primer orden en nuestra sociedad que se agrava más, si cabe, en las zonas rurales debido al aislamiento y la dispersión geográfica de la mayoría de los núcleos de población. A veces esa falta de contacto más próxima y cercana con aquellas personas que sí les pueden prestar apoyo, atención y asesoramiento provoca una mayor indefensión de las víctimas de la violencia de género en el mundo rural.
Ese temor al “qué dirán” es un elemento disuasorio para abandonar una relación, visibilizarla o denunciar para que se haga justicia ante el maltrato que sufren. Muchas de las mujeres que yo he atendido personalmente a lo largo de estos años se niegan a evidenciar o reconocer que son víctimas de maltrato por el miedo y la vergüenza que sienten al sentirse objeto de comentarios entre los vecinos. Además interponer una denuncia contra el maltratador provoca en ellas sentimientos diversos y contradictorios como la culpa de exponer públicamente a su marido o compañero.
A lo largo de estos 20 años ¿cómo han cambiado las mujeres rurales?
Hoy día las mujeres dan más importancia a la formación, las relaciones sociales entre ellas y con la sociedad en general abandonando el ensimismamiento de la vida familiar para proyectarse más en el exterior. Se prestan apoyo mutuo. Son muy conscientes de que la sociedad ha experimentado importantes cambios y proyectan toda su atención e interés en ofrecer educación y formación a sus hijos con el ánimo de que estos tengan otras oportunidades laborales que ellas no tuvieron a su edad.
Son mujeres más activas, formadas y emprendedoras que asumen riesgos impensables en décadas atrás. Han aprendido a tomar la iniciativa ellas y a tomar decisiones individuales. En este importante cambio ha tenido mucho que ver el movimiento asociativo de las mujeres rurales, donde no sólo se apoyan y aprenden unas a otras, sino que además se han abierto a la sociedad urbana.
En lo referente a usuarias del servicio en el que presto asesoramiento jurídico gratuito, el Centro Asesor de la Mujer, sí puedo afirmar que ha cambiado el perfil de mujeres que acuden, pues los primeros años eran mujeres de mediana edad que se habían emparejado o casado muy jóvenes, en general con poca o nula trayectoria de inserción laboral y un promedio de dos descendientes, muchas de ellas integradas en el núcleo de convivencia de sus maridos quienes eran los principales sustentadores de la familia con ingresos económicos que dependían básicamente de la minería.
La realidad laboral actual es otra, pues ambos miembros de la pareja trabajan y muchas unidades familiares se han trasladado a vivir a la villa y ya no se convive tan habitualmente con las personas mayores, que son quienes se suelen quedar en los pueblos pequeños o aldeas.
Esta pandemia que nos golpea, ¿puede ser una oportunidad para el medio rural?
Creo que la pandemia ha sido una poderosa llamada de atención hacia la sociedad en general, a la que se le ha mostrado que el mundo rural sigue vivo y ofrece una calidad de vida incomparable a la de la ciudad. No obstante, se necesita garantizar ciertas condiciones que hagan viable vivir en estos territorios, y de los que aún se carece en el medio rural. Me estoy refiriendo a mejores vías de comunicación; buenos servicios de transporte y movilidad, equipamientos de calidad en igualdad de condiciones a las zonas no rurales a nivel educativo, sanitario y social y por supuesto una mejor conectividad. Es decir, garantizar que no somos “ciudadanos de segunda clase” a pesar de tener nuestro negocio o nuestra actividad laboral en una zona rural.
Si logramos reunir todas esas condiciones y servicios, el medio rural volverá a atraer población y será una gran oportunidad laboral y personal para muchos que desean retornar, o para aquellos que desean aparcar su vida en la ciudad y empezar un nuevo proyecto en una comarca rural. No hay nada más saludable para el ser humano que mantener un contacto estrecho con el medio natural.
¿Cree usted que las ayudas LEADER han favorecido la visibilidad y el empoderamiento de la mujer rural?
Cuando comenzaron a implantarse los primeros negocios asociados a estas ayudas, principalmente establecimientos de turismo rural, ofrecieron un vuelco muy importante al rol de las mujeres del medio rural.
En estos veinte años de evolución se ha diversificado el campo de acción en el que se emprende, además de que se han facilitado cauces para la formación de las mujeres y su visibilización como agentes activos de cambio,
Todo ello son factores de empoderamiento siempre sobre la base de la necesaria independencia económica y de gestión, el intercambio de conocimiento y la formación profesional.
Por supuesto las ayudas LEADER contribuyen a todos ellos.
Hoy, Día Internacional de la Mujer, ¿qué tendrían que reivindicar las mujeres de su comarca y las de la Asturias rural en general?
Las mujeres de esta comarca reivindican mayor flexibilidad en los trámites con las administraciones públicas y menos burocracia que les permita emprender y sacar adelante proyectos viables que les permitan un modo de vida productivo y compatible con sus condiciones familiares y personales.
Necesitan recursos públicos a nivel educativo, sanitario y social de calidad y con profesionales bien cualificados y formados y todo ello sobre la base de una mejora imprescindible de las vías de comunicación y su mantenimiento, especialmente en los meses en que las condiciones de las mismas se complican por la singularidad climática de las zonas más montañosas como la nuestra.
Entrevista con Carmen Morán Rozos, ganadera y empresaria en Dagüeño, pequeña aldea de Cangas del Narcea de apenas una docena de vecinos.
“Nuestra vida no ha cambiado, lo que ha cambiado ha sido nuestra mentalidad”
A sus 57 años, madre de dos hijos y dos hijas, a esta mujer ganadera del municipio de Cangas del Narcea poco o nada se le puede enseñar de la realidad del mundo rural. Finalizada la escuela primaria, a los 14 años empezó a trabajar en la explotación familiar y ya no paró desde entonces. Carmen Morán Rozos es casi una leyenda en este concejo del suroccidente asturiano por ser ella una de las primeras mujeres que entendió que el papel de la mujer rural debía ser “visible y relevante”. Y no lo hizo por su propia experiencia personal porque Carmen Morán, a diferencia de la mayoría de las mujeres rurales, no abandonó nunca su casa; y ese hecho hizo que, según viejas costumbres y tradiciones, fuera ella la hija que heredera las tierras y la casa familiar donde se hizo cargo de sus padres y de sus hijos.
A pesar de ese matriarcado que siempre ha ostentado en Dagüeño, pequeña aldea de cuatro casas habitadas y situada a una hora de la villa de Cangas, Carmen Morán siempre sintió que las mujeres rurales gozaban “de menos derechos e igualdad” que las que viven en las ciudades. Consciente de esta desigualdad, Carmen Morán promovió el asociacionismo entre las mujeres de su comarca e impulsó la formación de estas para aceptar nuevos retos profesionales como la multifuncionalidad. Tradicionalmente el medio rural siempre ha sido agrícola y ganadero; pero las diferentes crisis del sector primario obligaron a su población a tomar en consideración el uso y la explotación de otros recursos de estos territorios. “Fue una cuestión de supervivencia porque la ganadería ya no es suficiente para mantener nuestra economía y tampoco un medio rural vivo y dinámico”, tal como ella misma nos cuenta. Y así, con las ayudas LEADER del CEDER ALTO NARCEA MUNIELLOS, esta canguesa abrió un alojamiento rural en esta aldea donde tiempo atrás llegó a vivir casi un centenar de personas. Hoy Dagüeño apenas alcanza la docena de vecinos.
A esta mujer aderezada y adaptada a su entorno, tampoco le sorprende la renuncia de muchas mujeres y jóvenes a quedar en los pueblos. ¿Cómo habría de sorprenderme?, relata ella, “Aquí no hay oportunidades de empleo, ni acceso a servicios tan básicos como el transporte, infraestructuras adecuadas u ocio que inviten a mujeres y jóvenes a quedarse en el medio rural”. Y esas condiciones “nos han llevado a una despoblación y un envejecimiento para el que yo misma no veo ninguna solución si las diferentes administraciones públicas no arriman el hombro y toman en serio al medio rural”.
A la pregunta de cuál sería una de las soluciones para revertir ese fenómeno que ha venido a denominarse la España vaciada, Carmen Morán propone “menos burocratización porque cualquier proyecto que una se propone hacer nos acaba enterrando entre miles de papeles y trámites que te reclaman desde las diferentes administraciones”. Esa densa y compleja burocracia de la que nos habla esta ganadera es otra de las barreras que, según ella, está poniendo freno al relevo generacional. A la falta de empleo y la excesiva burocracia “hay que sumar las dificultades que tienen los jóvenes para acceder a las tierras”. Cuenta Carmen que hay jóvenes y mujeres con vocación e interés, “pero no hay quien les apoye ni en el acceso a la tierra, ni en la financiación”. Por ello tanto la Unión Europea, como el resto de las Administraciones Públicas, deberían “adoptar medidas e incluir ayudas que favorezcan que llegue savia joven al campo y así garantizar el relevo generacional”.
A pesar de su vocación ruralista y su renuncia a abandonar la tierra en la que nació, Carmen se empeñó especialmente en que sus dos hijas cursarán estudios universitarios en profesiones que nada tuvieran que ver con el campo. De hecho, de sus cuatro hijos sólo el más pequeño, Abel, permanece en Dagüeño siguiendo los pasos de su madre y preparándose para relevar a esta ganadera cuando se jubile como antes lo hicieron sus padres. De eso dice sentirse especialmente orgullosa porque “el sacrificio que hemos hecho mi marido y yo ha sido compensado con cuatro hijos que trabajan por su propia cuenta, si bien sólo uno de ellos se quiso quedar aquí”. Y es que a pesar de ser especialmente sensible con la igualdad de las mujeres en el medio rural, “el futuro de mis hijas siempre me ha preocupado más que el de los hijos varones”. Ninguna de ellas “tenía ninguna oportunidad aquí y tampoco quería para ellas una vida como esta”.
Pero a pesar de las adversidades que Carmen Morán nos confiesa a lo largo de nuestra conversación con ella, esta mujer dice tener muy claro que ella goza “de más libertad y tranquilidad de la que tienen las mujeres urbanas”. Tal como manifiesta, “el ruido, el estrés, las prisas que se respiran en las ciudades no tiene nada que ver con nuestro modo de vivir en un pueblo”.
A propósito del Día de la Mujer que hoy celebramos, le preguntamos a Carmen si ha cambiado mucho la vida de las mujeres rurales en los últimos tiempos. “Nuestra vida no ha cambiado, lo que ha cambiado ha sido nuestra mentalidad”, sentencia con rotundidad. Según explica, “el cambio ha sido muy significativo porque tenemos unos niveles de formación nunca antes alcanzados y se accede a puestos para los que antes estábamos vetadas”.
Pero aún queda mucho por avanzar si “deseamos mantener a la mujer en el medio rural y atraer más población, especialmente jóvenes dispuestos a emprender su vida en este territorio” porque, según Carmen Morán, “vivir en el campo no puede ser una cuestión de heroínas”.
Finalizamos nuestra conversación con Carmen Morán informándole que su reportaje grabado por el programa de televisión Yo Soy Rural de la Red Asturiana de Desarrollo Rural, con más de 285.000 visualizaciones en el canal de YouTube, es uno de los más vistos en este sitio web dedicado a compartir vídeos. Y en homenaje a esta ganadera reproducimos el mismo en el siguiente enlace:
Yo soy Rural: Explotación ganadera y alojamiento turístico en Dagüeño.
Entrevistas realizadas por la Red Asturiana de Desarrollo Rural.