“La verdad que pensando estos días sobre el Premio me doy cuenta de que ya era reivindicativa desde cría. Ya hace 60 años protestaba porque los críos jugaban al fútbol y ocupaban todo el patio y a nosotras no nos dejaban nada”, la que habla es María Teresa Costales Obaya, conocida como Teté, redera de Lastres (Colunga). Acaba de ser reconocida con el premio READER Mujer Rural de Asturias 2023 con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales.
Nacida en 1958 “en tierra de manzana y sidra”, en Tornón (Villaviciosa), se desplazó hasta el cercano Lastres con 13 años para ayudar a su hermano en el bar que había abierto en el pueblo lastrín. Hija de un carpintero y una mariscadora, caseros del Palacio de Villaverde, cuenta con otras dos hermanas. Su relación directa con la mar no fue inmediata, aunque el vínculo no se puede negar viviendo en zona costera: “está por todas partes”. Sobre todo, también, porque conoció a un pescador y con él se casó. Tuvo dos hijas, la primera a la edad de 17 años, y trabajaba “poco” por temporadas. Ya cuando se fueron a estudiar fuera el trabajo fuera de casa ya fue de continuo: en una pescadería, en bares, un hostal… pero ya entonces afirma que tenía “muchas ganas de aprender a coser redes, me gustaba”.
Hace 30 años que se apuntó a un curso y lleva desde entonces en el oficio. No pudo entrar en uno anterior que organizaba la Cofradía: solo eran beneficiarios los hijos de pescadores, pero no las esposas. Dice que de aquel curso no se incorporó nadie a la labor.
“En Lastres había muchos barcos, no sé cuántos, y más de 300 pescadores, eso teniendo en cuenta que hoy no llegan a 50. A día de hoy no se puede vivir solo de la pesca…”. En aquellos tiempos había muchos críos, el colegio lleno, frente al concejo de población envejecida que es hoy, compara: “cambió muchísimo”.
También cambió muchísimo el trabajo de redera. Antes solo trabajaba la red de cerco, incluso con desplazamientos hasta Gijón o Avilés a repararlas. “Había mucho cerco, pero disminuyó y tuve que pasar a la bajura”. Explica que los barcos de cerco salen todas las noches, hasta que encuentran un banco de peces, no trabajan al arrastre, sino que la red se cierra “como una plaza de toros, de ahí que se llame cerco”.
“Este oficio no puede desaparecer”, clama el mismo día que cumple 65 años. “Las redes no se hacen en fábricas, todo el armado es manual, incluso el palangre, pero estamos tan en precario…”. Cuando trabaja la red de cerco se cobra por horas, con la bajura es por pieza, y una pieza pueden suponer 18€ y toda una jornada de trabajo. “Es muy poco rentable”, así que montó una comunidad de bienes con otras dos rederas y se reinventaron, además, en tienda con productos para turistas, algunos de ellos elaborados por ella y otras artesanas, otros “los típicos que encuentras en cualquier sitio”. Una artesanía hecha con redes e hilos, productos originales como pendientes y collares, bolsos, alfombras, salvamanteles…
También hay lugar para la economía circular y el reaprovechamiento: “con los trozos de red que sobran aprovecho para hacer bolsitas para empaquetar la venta, que gustan mucho, de hecho los turistas me dicen que al final lo que más va a gustar es esto”. También aprovechan los restos de Anchoas Hazas para elaborar macizo, el señuelo que utilizan los pescadores, porque la pesca deportiva también tiene hueco en su tienda, con la venta de cebos vivos y otros utensilios.
Completa también con las demostraciones de su oficio, orientadas al turismo, donde difunde sobre su oficio y explica cómo coser redes e incluso les pone a practicar.
Señala que las ayudas gestionadas con los fondos de pesca (FEMP) por el Grupo de Acción Local de Pesca Comarca de la Sidra fueron “muy importantes porque realmente sin ayudas no se puede sobrevivir. Gracias a ellas pude montar la tienda porque sobrevivir solo como redera no hubiera sido viable”.
El año que puso la tienda eligieron su proyecto junto a un total de 42 similares al suyo para presentarlo en Bruselas. “Valoraban no solo que no dejaba el oficio, porque las ayudas tenían en cuenta a las personas que se quedaban en el pueblo, que no dejaba de ser redera, sino que también daba cursos y hacía visitas guiadas. Valoraban todo eso en Bruselas”. Nos lo cuenta mientras señala al panel en cartón pluma que cuelga de una de las paredes de su local: “lo pedí y me vine con él desde Bruselas”
Lucha y resiliencia
La de Teté es una historia de lucha y resiliencia. Ahora está sola en el negocio, ya que las compañeras ya están retiradas: a una de ellas le dio un ictus, a la otra la retiraron por enfermedad. Y es que ésta es un profesión que pasa factura: muchas horas sentadas a la intemperie, haga frío, sol o llueva. “Lo peor de mi trabajo, aunque a mí me encanta, es que hace mucho frío o mucho calor, y lo tienes que pasar. Cuando había más barcos, cosíamos a bordo en la mar. Pero nunca se nos reconoció la enfermedad laboral hasta hace muy poco. Ni ningún coeficiente reductor”. Uno de los grandes logros conseguidos por la red formada por las rederas del norte.
Y le sale la vena reivindicativa: “es el trabajo hecho por las mujeres. Como decía una compañera gallega, está mal pagado porque lo desempeñamos mujeres, si fueran hombres no lo estaría”. De hecho los rederos están contratados por los barcos como plantilla, no trabajan como autónomos: “como siempre, las mujeres salimos perjudicadas”.
El de redera es un oficio mayoritariamente femenino, aunque en Lastres cuenta Teté, solían ser hombres. “Realmente eran pescadores que trabajaban para ellos mismos”. Refiere que como la predicción meteorológica era más deficiente, muchas jornadas se quedaban amarrados a puerto y entretenían el tiempo haciendo o reparando redes. Las mujeres diversificaban ante una economía escasa y muchas de ellas se dedicaban a la conserva, una de las principales industrias agroalimentarias de la localidad.
“Estamos asociadas a AMUPESCA (la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca) y llevamos muchos años reivindicando que se nos aplique el coeficiente reductor y el reconocimiento de las enfermedades profesionales. Ya lo conseguimos, pero aún faltan cosas. Si no fuera porque estamos asociadas, no lo conseguiríamos nunca”, afirma orgullosa refiriéndose a la importancia de tejer red.
¿Y qué es lo que falta? “No sé por parte de quién conseguir que de este trabajo se pueda vivir sin la necesidad de tener que diversificar. No sé a quién acudir, de quién depende… Los pescadores no tienen para pagar más, pero es que no sé a quién pedir. A veces hay subvenciones para cosas que… la verdad, a un pescador le vendría bien que le subvencionen un porcentaje y acabar con el intrusismo. Los precios que tenemos las rederas son bajos, y pagamos impuestos, hay otra gente que no y te tira los precios. Si no contratan a las profesionales, esto desaparecerá”.
Relevo
Una de las cosas de las que más se siente orgullosa es de la creación de la Asociación de Rederas de Bajura de Asturias (AREBA), aunque ahora mismo no tenga mucho movimiento. Algunas de sus integrantes ya se jubilaron y hace falta savia nueva.
En esta lucha por mantener la profesión han conseguido dar la formación necesaria, de 300 horas, con el reconocimiento de un certificado de profesionalidad a través de la Escuela Náutica. Asturias era la única comunidad autónoma que no la tenía, “una lucha de muchos años”. Teté es una de las formadoras: “conozco muy bien este trabajo y sé muy bien lo que hago, yo explico la teoría pero todo sobre la práctica. Pero no soy profesora. Pedí a la Escuela que me mandaran algo oficial, porque en cada puerto llamamos de manera diferente, aunque también es una pena que se pierda la identidad de cada lugar”.
Ella sigue tejiendo redes, con otras compañeras, con otras vinculadas al sector. Es el caso de Ana Labad Cruz que, junto con Agustín Fernández, regentan Anchoas Hazas. Ana fue reconocida como Mujer Rural de Asturias 2021. Relata Teté que “aquí, en los pueblos pequeños, todos nos conocemos” y que cuando estaban preparando su proyecto para abrir la conservera se dirigieron a ella porque querían hacer un empaquetado que no fuera en cartón, sino en red. Aquí la redera dio vueltas a un diseño original que permitiera ver la etiqueta de las latas y así surgió esta relación laboral.
No cabe el desánimo para esta mujer de la mar que anima a más mujeres y hombres que prueben un oficio que a ella la enganchó desde el inicio: “es un trabajo igual que otro”. Aunque reconoce que le costó mucho no tirar la toalla. Yo les animo a que busquen alrededor porque siempre hay algo para apoyarse, para buscar ayuda. Hay veces que tengo más gastos que ingresos, pero aquí sigo y me daría mucha pena que esto desapareciera. Hay ayudas que ni se conocen. A mí siempre me apoyaron mucho, pero también digo que siempre busqué y me moví mucho”.
Hoy en día solo quedan ella y otra redera en Avilés que cosan cerco, “en bajura hay más, hay en Luarca, luego hay también alguna que trabaja para el barco de casa, pero lo que me da mucha pena es que desde 2014 que se fundó la Asociación muchas mujeres se jubilaron y no hay mucho relevo. El año pasado yo tenía 9 alumnas y la compañera de Luarca 10, que están esperando por el título para poder trabajar”, un trámite que desconoce por qué se demora tanto en el tiempo.
“El relevo es complicado, pero tiene que haber relevo porque esto si no se acaba y las redes hacen falta”, no es plan de comprar cada vez que una se rompe.
Mujer Rural de Asturias
Al preguntarla por cómo recibió el Premio Mujer Rural de Asturias 2023 cuando se lo comunicó la directora general de Agricultura, Agroindustria y Desarrollo Rural, Begoña López Fernández, miembro del Jurado, afirma que “ni me acordaba. Me habían llamado del GDR Comarca de la Sidra para decirme que me iban a proponer hace unos meses. Pero es una alegría muy grande. Son muchos años de lucha por crear la Asociación de Rederas, el certificado de profesionalidad, el reconocimiento de nuestra profesión… Una alegría muy grande”.
Y concluye afirmando que “seguiré luchando por la mar, y tengo este reconocimiento. Pero hay muchas mujeres que también luchan sin tener un premio”.
Fuente: Red Asturiana de Desarrollo Rural